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sábado, 4 de julio de 2015

Feminismo(s) y Machismo(s). Genero y violencia.


He aquí, un descargo mezclado en una ensalada académica, que considero necesario que empecemos a degustar..

Si hay algo que nos enseña la psicología y que luego uno refuerza trabajando en Educación Sexual Integral, es que no puede haber un abordaje de la sexualidad serio sin la presencia de una reflexión hacia unx mismx, y si pensamos particularmente en la "seriedad" de algunos feminismos (así, en plural), tendremos razón para pensar y escribir mucho debajo de estas líneas.

Ahí vamos…..

Llamo "feminismo serio" (para no inventar un neologismo) a aquel movimiento político, cultural, ideológico, social e individual que lucha por la igualdad de derechos entre las mujeres y los hombres, como así por la equidad en el acceso a las oportunidades para la participación social (trabajo, política, educación, etc.). Entiendo este movimiento como una problematización del machismo y el patriarcado, y no de los seres humanos que entran en la categoría anatómica de varones. El “feminismo serio” también incluye la problematización del machismo y el patriarcado presente en las mujeres.

Vayamos al punto. Siento que hay muchx pseudo academicistas y militantes que andan por ahí enarbolando las banderas de determinado feminismo, y que lo único que terminan haciendo es una formación reactiva al machismo. Es decir, crean un feminismo basado en el odio hacia el machismo y al patriarcado, y que no es lo mismo que  creado o basado en el “amor a la concepción ideológica de la equidad y la igualdad de derechos".

También pienso que a menudo algunos "ismos", ahora "fem", llegan al punto de desconocer al otro como igual en tanto sujeto de derechos y como "categoría ontológica", tal como ocurre en el "ismo" del tipo "mach". Si bien los “ismos” siempre hacen alusión a la ideología en el plano de la universalidad y en la negación de la particularidad, hay que tener en cuenta las implicancias y alcances que esa universalidad tiene sobre lo diverso o distinto.

En síntesis: Me da la impresión que a veces, de repente, el machismo deja de ser un discurso productor de subjetividad (Lacan Foucault, Deleauce), para pasar a describir e incluso nombrar a todos los seres humanos con pitos y heterosexuales. Y debo decirlo, me da por las bolas, porque tengo pito, soy heterosexual, no me considero machista, problematizo el patriarcado y critico mi posición heteronormativa todo lo que puedo, en cada cosa que hago, y con mucho más énfasis en mi ámbito laboral.

Leer esta diferencia de “enfoques” es fácil y todxs la entendemos, pero ejercerla sin pensarse a si mismx como seres individuales y subjetivizados, es muy difícil, y más aún cuando uno encarna un “ismo” desde una fuerte impronta emocional y autobiográfica.

Algunos ejemplos de discursos desde estos feminismos “no serios”:

“Los hombres deben renunciar a su lugar de privilegio social”. Y muchxs, seguramente, pensaron primero en el ámbito laboral y político. Ahora bien, ¿Quién y cómo se determina cuando un varón accede por su propia capacidad y no por su condición de género masculino, a un puesto laboral o político?”… Se ve como lo universal del discurso, y casi sin darnos cuenta, termina negando lo particular. Podemos ir más allá aún: a menudo se entiende el acceso “previliegiado” del hombre a determinados puestos, como una CONDICIÓN NECESARIA de que la paso bárbaro, y que nunca sufrió ni padeció los avatares del machismo y el patriarcado. Y seguramente, una ultra feminista antes de terminar de leer esa frase pensará: “no en la misma medida, o no es ni parecido”, y yo les pregunto ¿Quién y como establece una “regla de medición” del sufrimiento y la angustia?. Pareciera como si la exigencia del “hombre proveedor”, del “hombre exitoso”, o la soledad existencial de “los mujeriegos”, la “imposibilidad” de demostrar emociones abiertamente, o los mismos varones que no pueden escapar a la mirada y expectativas del otro, fueran tipos de sufrimiento de “segunda mano” frente a la angustia de las mujeres por la desigualdad de género. Los varones también somos víctimas del machismo y la lógica patriarcal., y que no quepa ninguna duda de que también sufrimos sus consecuencias.

“Cualquier hecho de violencia hacia las mujeres es violencia de género, sin importar la violencia de la mujer hacia el varón”. Hoy en día esto es muy común de escuchar, debido a la oportuna visibilidad que nuestra sociedad le ha otorgado a las problemáticas de violencia de género. Pero acá tenemos que distinguir algunas cosas. No es lo mismo decir “violencia hacia las mujeres” que decir “violencia de género”. La primera proposición hace alusión a la condición biológica, anatómica o de identidad de género, mientras que la segunda refiere exclusivamente al “genero” como categoría. Y no se puede hablar de género sin hablar de estereotipo de género. Toda construcción de identidad de género se basa en estereotipos, ya que este ultimo es una construcción de consenso social. En cambio, la identidad de género está conformada por el “estereotipo para determinado género” mezclado con la individualidad o elección de esa persona singular. Esto es lo que explica que una travesti con identidad de género femenina quiera vestirse con un vestido y se pinte los labios. Esto ocurre porque esa vestimenta particular está dentro de los objetos socialmente reconocidos del género “femenino”, pero tranquilamente podría usarlo un varón heterosexual como ocurre con las polleras en escocia. Entonces, desde el punto de vista de derechos y sufrimientos ¿Por qué es distinta la violencia hacia las mujeres que la violencia hacia los varones?... y Acá aparecen los discursos asociados a la “potencia física” de ellos, argumento que entra en tensión con el hecho de que dentro de las violencias hacia las mujeres se le otorga una importancia privilegiada a la violencia psicológica, porque “muchas veces” es la condición posible de la violencia física posterior. Si esta violencia psicológica es igual de importante que la física, invalida al discurso de que “la potencia física” sea la “variable determinante” de la idea de “violencia hacia las mujeres”. Por lo tanto considero más apropiado el término “violencia de género”, porque hace eje en la desigualdad existente entre ambos géneros, como así también en el hecho de que los varones tenemos ciertos privilegios por medio del consenso social, y que habilitan a algunos a ejercer violencia con cierta o total impunidad, pero que en modo alguno evitan que las mujeres la ejerzan. Diciendo esto, también debemos decir que no siempre la violencia de género es entendida como tal, sino que es entendida como violencia hacia las mujeres. Y esto lleva a no “pensar”, investigar o establecer las razones de esa o esas violencias. Muchas veces ocurre, y lo he visto varias veces en el Servicio Local (en la minoría de los casos), en donde una situación de mutua violencia entre ambos géneros se visibiliza como una situación de violencia de género (es decir, en esos casos en los cuales la  variable “desigualdad de género” no es determinante de la situación de violencia), y por ende se llega a la victimización total de la mujer y a la culpabilización total del varón. Como dijimos, estos casos son minoría, y la mayoría de los casos ocurren al revés:  un juez machista resolviendo a favor del tipo que ejerce la violencia de forma sostenida, en post, a la “unidad familiar” entre otras escusas simplistas. Como dijimos antes, ciertos intentos de generalizar violentan la particularidad. Y eso no será violencia de género, pero sin dudas es violencia. Desde esta posición adhiero a la lucha contra la violencia de género, pero no estoy de acuerdo con entenderla como violencia hacia las mujeres porque hace eje sobre la identidad y no sobre el género. Por otro lado, como varón heterosexual, me gustaría también sentirme protegido frente a la violencia que una mujer pueda ejercer sobre mí, sobre todo en términos psicológicos y patrimoniales. Es más, también frente a la posible violencia institucional, que puede ocurrir en el marco de la sensibilización política y social que hay dentro de la llamada “violencia de género”, se pueda usar en mi contra como un simple castigo. En este contexto ¿es más importante que un varón le diga “puta” a una mujer que una mujer le diga “puto” a un hombre? (siempre entendiéndolo como agresión, claro, porque otro “problema” concreto está en la situación de diagnóstico de la problemática, porque las palabras y la “violencia” psicología no se pueden descontextualizas, ni generalizada en su semantica particular. Por eso es importante la formación en perspectivas de género de los profesionales encargados en abordar estos temas (y no en un mero protocolo de como simplificar situaciones complejas privilegiando a la mujer en la interpretación).

“El caso Barreda es un feminicidio”: Se ha escuchado muchas veces esta afirmación y es por todos lados falsa. ¿Todas y todos saben cuál es la definición de feminicidio más allá de que se use cotidianamente? “Feminicidio o femicidio es un neologismo creado a través de la traducción del vocablo inglés femicide y se refiere al asesinato de mujeres por razones de género.” El caso Barreda no tiene una connotación de género, aun cuando eran todas mujeres las fallecidas. Es un caso de psicosis, y el criterio utilizado para el asesinato, se encuentra dentro de la trama misma de su ideación delirante, y que por ende es enteramente individual.
Es complejo, ya lo sé, incluso para seguir una línea de redacción, porque son temas controversiales y con muchas aristas sin resolver ni afilar. No obstante, es importante que desnaturalicemos, incluso, los intentos mismos de desnaturalizar. Nunca más pertinente la alegoría de la caverna de Platón

CONCLUSIONES:

Así como yo he tenido que problematizar mis propios prejuicios para trabajar temáticas de diversidad sexual desde mi posición heterosexual, muchxs feministas debieran problematizar sus propios atravesamientos subjetivos, para evaluar como su propia subjetividad condiciona y determina la visión sobre las problemáticas de género.

El feminismo no puede ni debe ser, sin integrar a los hombres en su lucha.

Considero la aplicación de la ESI como fundamental para que tantos mujeres y hombre, empiecen a problematizar no solo el machismo y el patriarcado, sino la forma reactiva de entender el feminismo.

Lxs psicoanalistas debieran tenerse en cuenta en estas discusiones. Es evidente la relación que existe entre el discurso feminista (no serio) con el discurso histérico (conceptos de Lacan y que no corresponden a términos del sentido común).

La construcción de una perspectiva de equidad y derechos, no puede estar basada en procedimientos explícitos o implícitos que segreguen o estigmaticen al otro.

Con respecto al concepto de violencia de genero, es importante que podamos diferenciarlo de vínculos violentos, y de violencia a secas. 

Es necesario que la mirada masculina y heterosexual se atenida en cuenta en la estrategia feminista.



por Luciano Palacios




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